martes, 23 de marzo de 2010

Estrellas viejas llamando

Por Vicente Hernández Hernández
Publicado en Cambio de Michoacán, 23 de marzo de 2010

Para las estrellas, ser grandes, enormes y tener masas por arriba de 8 o 10 veces la del Sol, implica una cosa: una muerte pronta y violenta.

Estas estrellas masivas (Betelgeuse y Rigel, las dos estrellas más brillantes en la constelación de Orión son un buen ejemplo) consumen muy rápido su combustible -en algunos millones de años-, mientras en sus núcleos se producen elementos químicos cada vez más pesados. Las fusiones nucleares de 4 átomos de hidrógeno producen uno de Helio, 3 átomos de Helio producen Carbono, un átomo de Helio más uno de Carbono producen uno de Oxígeno y así hasta llegar al Hierro, el elemento más pesado capaz de ser creado dentro de una estrella. Cada reacción nuclear produce una cantidad de energía determinada y en conjunto toda esta energía nuclear estabiliza a las estrellas para que no colapsen bajo su propio peso. Sin embargo, una vez que el Hierro se forma, este no puede fusionarse ni entregar energía, la estrella es incapaz de mantener un equilibrio y el peso de las capas superiores provoca que la estrella colapse sobre sí; una onda de choque viaja hacia afuera y al final produce un evento descomunalmente energético llamado supernova. En el centro de lo que era la estrella masiva podría quedar una estrella de neutrones, un púlsar o incluso un agujero negro.

Pues bien, recientemente un grupo de astrónomos liderados por Eran Ofek del Instituto de Tecnología de California en Pasadena, encontraron misteriosas señales de radio que podrían venir de estos remanentes, específicamente de antiguas estrellas de neutrones que se caracterizan por tener giros lentos (si la dirección en que estos objetos emiten coincide con la Tierra, podemos detectarlos, a estos objetos les llamamos púlsares. Ver animación). Se piensa que al menos 1,000 millones de estos objetos están dispersos por toda la Galaxia, sin embargo no todos pueden ser detectados.

Ofek y sus colaboradores le siguieron la pista a débiles emisiones de radio-ondas con lapsos desde horas hasta días y corroboraron que no se tratara de otros objetos como supernovas en acción, quásares o estrellas dobles interaccionando -que también son observados a radio-frecuencias. Mediante modelos computacionales, los investigadores encontraron que la distribución (la posición que guardan en toda la Galaxia) de púlsares de giros lentos detectados anteriormente, correspondía de manera muy buena con la ubicación de las misteriosas señales de radio.

De ser correcta esta hipótesis que relaciona púlsares de giros lentos con las señales detectadas, estaríamos en la puerta hacia futuros estudios en la historia de nuestra Vía Láctea. Por ejemplo, su número podría ayudarnos a confirmar la cantidad de supernovas que ocurren en distintas épocas en nuestra Galaxia o, por otro lado, su distribución en ella nos permitiría mejorar los modelos dinámicos en distintas regiones de la Vía Láctea.

A pesar de ser producto de tan violentos eventos, las estrellas de neutrones y púlsares siguen dando mucho de que hablar. Por lo pronto, estas muy viejas estrellas siguen llamándonos y nosotros las seguiremos "escuchando" en espera de más señales que nos permitan entender mejor el funcionamiento de nuestra Vía Láctea.


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